lunes, 16 de junio de 2008

Brevísima historia personal dentro de la agigantada evolución de los fabulosos reproductores portátiles de música (primera y ultima parte)







A Cande

Me acuerdo cuando traer walkman era la onda; le ponías un tape, te colocabas tus audífonos de esponjas naranjas y a viajar. Música portátil… que loco. Mi primer tape fue el Achtung Baby de U2; lo compré en un Sanborns en la última parada que hizo el camión de regreso de un viaje escolar. Tenía 17 o algo así, era poco popular, no era nerd simplemente imperceptible y así estaba mejor pues siempre preferí mantenerme alejado de ese jueguito tarado por tratar de llamar la atención. La cosa es que el walkman me venía bien, apretar play era el equivalente a gritar “estoy con mi música, no fastidiar” Era muy tímido o mejor dicho, patéticamente tímido y nunca tuve novia en la escuela; la primera fue una vecina buena onda que luego me salió muy bruja y me dio en la madre pero pasado el shock hasta gracia me hizo.

Love we shine like a burning star / we’re falling from the sky tonight… Ese fue el coro en la voz del Bono (vocalista del mentado grupo) que me hizo comprar el álbum y de ahí todo comenzó a suceder. La única camiseta que tuve de U2 fue una que me regaló mi hermana antes de irlos a ver por vez primera. Me considero discreto y así me prendiera mucho el rock no era de los clásicos que se compraban todo el set de playeras negras de su banda favorita pero regresando a lo del walkman; un día dejó de jalar y fue hora de entrarle al discman.

El cedé también fue la onda; me acuerdo que cuando empezaron a salir no faltaban los tarados que los llevaban a la secun y en el receso los ocupaban con el reflejo del sol para andar lampareando a cuanto inocente pasara enfrente y muchos poníamos cara de chango apantallado con aquel artilugio de la nueva era. Era bien chido eso de los cedés pero pasaron los ayeres y de pronto irrumpió la generación ipod (y todas sus variantes) con la misma fuerza que cuando el walkman, nomás que ahora con un despliegue publicitario de no mames y hay que adaptarse a los rápidos cambios climáticos y tecnológicos.

Por cierto, la única cosa que siempre delataba -en la calle- mi gusto por la música eran los audífonos a la Jacobo Zabludovsky pues entre menos dejaran pasar el ruido exterior y tuvieran más amplio rango eran mucho mejor; por ahora ya no los uso porque le entré de lleno a la era “compacta” y los he cambiado por unos chícharos con unas gomitas que te fijan más o menos bien la madrecita a tus orejotas ya que sin esas cositas se me caen de volada. Lo que si no he cambiado es mi gusto por la música chida; creo que sirvió de mucho que mi primer casette se tratara del fantástico Achtung Baby y no de uno del Pablito Ruiz o del TRI.

En fin, este invento de hombre blanco no es la única opción, pasa que a mi me lo regaló mi preciosura -¡gracias de nuevo!- y me alivianó bastante las cosas. A fin de cuentas la tirada es no perder la actitud de ponerle mucha música a tu día y prenderte pues la vida sería un error sin música…y sin chelas también. ¡Yeah!



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